domingo, 27 de noviembre de 2016

Al fin murió Fidel Castro


Al fin llegó la noticia que millones de cubanos esperaban: murió Fidel Castro. El suceso ocurrió con demasiada tardanza, pues una muerte más temprana podría haber salvado a Cuba de la miseria absoluta a la que Fidel la condenó por su arrogancia y fanatismo ideológico. En el comunismo, la muerte suele ser el único mecanismo para liberarse del tirano. A veces también del régimen, pero no es el caso de Cuba, por desgracia, pues Fidel tuvo el descaro de transferir el poder a su hermano, unos años antes, asegurándose la permanencia del régimen. De modo que la muerte del tirano solo es una satisfacción moral, pero no implica cambio alguno en la isla prisión de los Castro.

Por supuesto, la muerte de Fidel Castro ha servido para que el progresismo entero, desde España a Latinoamérica, proclamen su admiración y lamento por la muerte del sátrapa caribeño. Ni siquiera los penosos resultados visibles hoy en la isla prisión castrista, moderan la adulación del progresismo, incluyendo a muchos presidentes. Bastaría el solo hecho de tratarse de una dictadura de 58 años para guardar distancia prudente de ese vergonzoso régimen. No hace falta siquiera mencionar los crímenes de la dictadura castrista. ¿Qué se necesita para que el progresismo tenga la decencia elemental de condenar a esa dictadura castrista? Resulta imposible adivinar. Los dos hermanos Castro acumulan todos los méritos para ser declarados personajes nefastos de la humanidad. 

Fidel Castro representa al clásico embaucador de izquierda latinoamericana, charlatán y mentiroso hasta el cinismo más descarado, solo comparable con Hugo Chávez. No hay una sola promesa que Fidel Castro haya cumplido. Desde sus declaraciones tempranas en Nueva York, mientras recolectaba fondos para iniciar su revolución asegurando que no era comunista y que solo quería liberar a su pueblo de la tiranía de Fulgencio Batista para proclamar a elecciones libres, nunca cumplió una sola de sus promesas. Su revolución salió triunfadora en una isla sin ejército regular y sin ningún apoyo de fuerzas extranjeras, como más tarde denunciaría Fidel para acrecentar su triunfo. Derrotó fácilmente a una dictadura desprestigiada que tenía cinco años en el poder pero luego inició otra dictadura, mil veces peor en todos los sentidos, que perduró por 58 años y aún continúa. 

Lo primero que hizo Fidel Castro, luego de adueñarse del poder absoluto, fue confiscar las propiedades y repartirse las mejores entre su gente. No respetó nada. La ley y el Estado de derecho fueron dejados de lado y reemplazados con la palabra y voluntad de Fidel Castro. Se hacía lo que él ordenaba o sufría la muerte por fusilamiento. Él mismo redactó una nueva Constitución para hacer su voluntad. Todo, absolutamente todo, pasó a manos de Fidel Castro y de su banda de asaltantes constituidos como el nuevo Estado. Los asaltantes del poder se repartieron casas, yates y ministerios como si fueran naipes. Fidel Castro dio inicio a sus primeras promesas apelando a la más pura demagogia y charlatanería. Anunció que en solo diez años Cuba sería una potencia en muchos campos, incluso mejor que los EEUU. Creyó que bastaba con dar órdenes y amenazar a los campesinos con severos castigos si no cumplían las cuotas de producción que él establecía. Paulatinamente todos los índices de producción fueron decayendo inexorablemente, pese a sus imprecaciones y rabietas.

Los EEUU se convirtieron en los primeros enemigos del nuevo régimen cubano al empezar a demandar el pago por la confiscación de sus numerosas propiedades, entre inmuebles y empresas. Un pago que no se ha realizado hasta la fecha y dio inicio a las malas relaciones que concluyeron en el embargo económico. Adicionalmente, la CIA estuvo involucrada en el entrenamiento de un grupo de cubanos interesados en derrocar a Fidel Castro, pero el gobierno de Kennedy los abandonó a su suerte a la hora undécima, provocando el fracaso de Bahía de Cochinos. Por todo esto, Fidel se inclinó a buscar el apoyo de los soviéticos tras declararse comunista. 

Lo paradójico del régimen castrista es que se hizo del poder con la excusa de derrocar a un tirano que se había adueñado del poder durante cinco años, pero Fidel se quedó 55 años en el poder. Criticó el entreguismo al imperio norteamericano, pero él entregó la isla al imperio soviético. Cuba se volvió la cortesana de la URSS llegando al colmo de permitir la instalación de misiles nucleares en la isla. El entreguismo de Fidel a los rusos se convirtió en parasitismo, pues sobrevivieron durante 30 años gracias a la ayuda soviética. Cuando ocurrió el colapso del comunismo mundial, Cuba se vio en la necesidad de hacer ajustes, como permitir el ingreso legal de las sobremesas de los cubanos que vivían en los EEUU. Por varios años los cubanos prisioneros en la isla sobrevivieron gracias a las remesas que enviaban los cubanos libres de Miami. Luego llegó la época de Hugo Chávez y los cubanos volvieron al viejo parasitismo para sobrevivir de la ayuda venezolana.

Además del parasitismo internacional, Cuba ha sido famosa por no pagar sus deudas. Nunca pagó sus deudas a ningún país que tuvo la insensatez de darles préstamos. La lista de países que le han tenido que perdonar la deuda a Cuba es larga. Tal vez la mayor deuda sea la acumulada con Rusia. Vladimir Putin decidió condonar a Cuba una deuda de US$ 35 mil millones, convencido de que jamás se la pagarán. México se sumó a los países que le perdonaron la deuda a Cuba, condonando unos 500 millones a la isla de los hermanos Castro. También un grupo de países europeos perdonó a Cuba un monto superior a los 7 mil millones de euros, siendo los mayores perdonadeudas España y Francia. Incluso el minúsculo país de Uruguay decidió condonarle a Cuba una deuda de 33 millones de dólares. Posiblemente Perú también se sume pronto a la lista de generosos países que han decidido olvidarse de la deuda que Cuba les tiene porque saben que nunca cobrarán.

¿Qué queda al final de tanta revolución? Casi sesenta años después lo que queda es un país sumido en la miseria. El comunismo de Fidel Castro solo sirvió para vender ilusiones a futuro mediante su exuberante verborragia que le permitía hablar por horas a un pueblo convocado a la mala en la Plaza de la Revolución para escuchar la perorata de Fidel, bajo el sol del caribe durante cuatro o cinco horas. Lo más característico de la revolución castrista fueron las marchas obligadas para cuantas efemérides revolucionarias había que rememorar y glorificar. Marchas para maldecir al imperialismo yanki, para glorificar a Fidel, para fortalecer la mística revolucionaria, para repetir una y mil veces más las relamidas consignas de la revolución: patria o muerte, venceremos.

La revolución no era más que un montón de charlatanería barata repetida hasta el cansancio. Cuanto más se hundía el país en la miseria, más se les pedía resistir al imperialismo. Cuanto más crecía el hambre, más se les pedía patriotismo. Cuanto más crecía el desaliento y la desesperanza, más se les pedía denunciar a los traidores de la revolución. Las balsas partían de las playas cubanas con rumbo a Miami cargados de hombres, mujeres y niños desesperados que retaban a las olas y los tiburones en busca de la libertad y del progreso. Muchos sucumbieron a la travesía o murieron acribillados por la metralla de los esbirros de la revolución castrista. Fidel Castro alentó el odio a los cubanos que habían huido a Miami y los llamaba "gusanos". Las familias de los deportistas o artistas desertores en los viajes de gira oficial, eran estigmatizadas y acosadas por el gobierno. 

Nada de bueno hay que decir de Fidel Castro. Nada. Cualquier elogio excedería la realidad para caer en la estupidez de la adulonería fanática. Fidel Castro fue un monstruo que solo provocó tragedias, muertes, miseria y contribuyó a alimentar guerras y guerrillas. Todo elogio a Fidel Castro solo puede tener como origen la ignorancia o la estupidez, o ambas cosas cuando se trata de un progresista, pues ellos combinan muy bien ambas cosas. La muerte de Fidel castro, aunque muy tardía, solo puede llenarnos de alivio, como cuando se murió ese otro gran farsante del socialismo, Hugo Chávez. Son los casos en que la muerte resulta ser un hecho benigno. Hasta nunca Fidel.