miércoles, 15 de febrero de 2017

La obsesión igualitaria de la izquierda llega al sexo


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

En estos días el progresismo arremete con más fuerza en aras de su ideología igualitaria. Esta vez se enfocan en el sexo, el género y en una confusa mezcla de ideas relacionadas con estos tópicos. Cada día encontramos más de una columna dedicada a promover la igualdad en este campo en particular, además de las consabidas tesis igualitarias de siempre. ¿Qué ha cambiado? Pues que ahora pretenden introducir su ideología a través de la escuela, enmascarándola como una forma de educación en valores. En valores socialistas, obviamente. En el pasado, el objetivo de la igualdad social provocó revoluciones criminales que buscaban una sociedad sin clases económicas. Poco después emergió otra forma de igualitarismo social que pretendía igualar al hombre y la mujer en los roles sociales. ¿Por qué la mujer debía tener otros roles en la sociedad? Se preguntaban las feministas sin atender las diferencias obvias entre hombres y mujeres en el seno de la familia, razón por la cual la familia fue estigmatizada y atacada como una forma de dominación del "sistema patriarcal". El rol de la mujer en el hogar fue desmerecido y despreciado. El socialismo acabó así metiéndose en los hogares y alterando el orden y organización familiar tradicional. Pero ahora se va un paso más adelante al pretender desaparecer las diferencias de sexo y sexualidad. El igualitarismo de izquierdas no aboga por un ser unisex o asexuado sino que abre un abanico de posibilidades infinitas bajo la tesis de que el sexo no es lo que importa sino el género, y este no es más que una construcción social. Es decir, importa lo que uno se siente. De este modo la ideología de izquierda busca imponerse, una vez más, a la realidad humana. 

La igualdad es la base de la ideología de izquierdas y se la ha predicado por décadas como la panacea para el logro de la felicidad humana. Empezó como una forma de rechazo a los privilegios aristocráticos y clericales. Luego pasaron a la igualdad económica, pervirtiendo el orden natural de la economía. Más de cien millones de muertos después, el comunismo pasó a la igualdad de los "derechos sociales" y hoy llegamos a la etapa de los sexos y los géneros. La igualdad se ha convertido así en un concepto emblemático que goza de aceptación generalizada automática. El común de las personas conviene ya, sin pensarlo dos veces, en que la igualdad es una meta aspiracional de toda la humanidad, un objetivo racional y una tarea política importante a nivel mundial. Pero todo eso no pasa de ser más que una trampa lógica. Tanto la pretendida y fracasada igualdad económica y social del pasado, como cualquier otro tipo de igualdad que se quiera promover entre los seres humanos, es esencialmente una impostura intelectual y una quimera política absurda. La igualdad es solo un concepto, no existe más que en la teoría. Pretender encajar la realidad dentro de los moldes ideológicos ha sido el error reiterativo de la izquierda en la historia, y motivo central de sus permanentes fracasos.

El lavado cerebral de las sociedades por parte del progresismo mundial a favor de la igualdad, corre por cuenta incluso de organismos internacionales, controlados desde los 70 por una intelectualidad de clara inclinación socialista. La tarea impuesta actualmente a los países en desarrollo desde estas organizaciones es luchar contra la desigualdad. De hecho, esta política ha reemplazado a la que prevaleció hasta antes del fin de la Guerra Fría, que fue la consabida lucha contra la pobreza. Sin embargo, varias décadas de cuantiosas ayudas económicas a los países más pobres revelaron que no servían para erradicar la pobreza. Ni un solo país logró salir de la pobreza sobre la base de ayudas económicas. Quienes salieron de la pobreza lo hicieron por sus propios medios adoptando políticas capitalistas de libre mercado, como fueron los casos de los llamados "tigres del Asia". Al constatar el fracaso de las políticas socialistas se produjo un cambio de estrategia en la intelectualidad de izquierdas, consistente en dejar de lado la lucha directa contra la pobreza para enfocarse en otro objetivo igual de cursi pero más general, que es reducir la desigualdad. Un objetivo más útil porque permite confrontar a los países exitosos del capitalismo, enfocándose en la distancia entre los más ricos y los más pobres, y utilizando las estadísticas como arma de guerra ideológica, pues les permite fabricar mitos tenebrosos como que el 20% más rico es dueño del 80% de la riqueza. Claro que nunca explican que ese 20% es casualmente el grupo que generó esa riqueza que antes no existía. De este modo la desigualdad fue adoptada como el nuevo concepto sociológico y económico fundamental por el socialismo, y hoy se aplica a todo. Es el principal aderezo de las políticas en todos los países y la idea fuerza en el discurso de todos los políticamente correctos. 

La moneda más valiosa del socialismo moderno tiene dos caras: la igualdad y la desigualdad. En estos días se ha puesto de moda la llamada "ideología de género" que predica la igualdad entre los hombres y las mujeres, e incluso entre las casi infinitas variantes de la sexualidad humana que van más allá de esta dicotomía sexual básica, por lo que han optado por emplear el vago concepto de "género", el cual alude en realidad a las formas culturales de entender el rol del hombre y de la mujer. Pero dado que el género es un producto cultural, resulta maleable y puede entonces ser manipulado ideológicamente. Así es como han mezclado el género con otra cosa muy diferente que es la atracción sexual o romántica. Entonces tenemos tres cosas bien diferentes como son el sexo, el género y la atracción sexual, mezcladas en una sola cacerola donde el progresismo cocina su receta favorita que es el igualitarismo social. El salto dialéctico consiste en reformar todos los conceptos en aras de la igualdad de los llamados "géneros" desde la óptica socialista, como un generoso concepto en el que caben hombres, mujeres y lo que venga. En este empeño, el socialismo ha echado mano de dos grupos que llevan una larga lucha reivindicativa como son las feministas y los homosexuales, y adicionalmente han tomado para sí los elevados índices de homicidio de mujeres a manos de sus parejas, vinculándolo al llamado "machismo del patriarcado", y convirtiendo todo esto en argumentos a favor de la causa igualitarista. Se trata, una vez más, de tres cosas muy diferentes pero han sido echadas en el mismo saco a favor del rollo progresista de la igualdad de géneros. Como puede verse, todo este menjunje de la ideología de género es una verdadera ensalada rusa bastante indigesta. Una prédica enmascarada, una vez más, como lucha por el logro de la justicia social. El discurso incorpora así los conceptos de machismo, feminismo, patriarcado y género, entre otros de difícil digestión por parte de las masas. 

Desde luego que al progresismo le tiene sin cuidado la complejidad de la sexualidad humana y hasta los estereotipos sociales que influyen en la concepción de los géneros. Todo lo que desean es imponer sus propias definiciones a base de la ideología de la igualdad. Con este objetivo obsesivo han arremetido incluso contra los concursos de belleza en donde, a su entender, se glorifica una sola idea de belleza que se busca imponer como un estereotipo a todas las mujeres. Es decir, otra vez, todas las "bellezas" valen igual. Como es evidente, toda esta gente de izquierdas ha reemplazado la verdad por el mito y sustituido la ciencia por la ideología. Así es más fácil adoctrinar a las masas porque la igualdad se vende bien. De modo que la cuestión de ser hombre o ser mujer o cualquier otra cosa queda convertido en una simple "opción sexual". Está prohibido sospechar siquiera de que las desviaciones sexuales a la norma biológica macho-hembra, único sentido del sexo como función reproductora, se deba a algún tipo de anomalía o enfermedad. En tal sentido, el desarrollo evolutivo de la compleja estructura orgánica del ser humano puede estar afectada de trastornos en cualquiera de sus órganos o funciones menos en la que atañe al sexo. Cualquier cosa que desencadene el fino entramado evolutivo de la sexualidad humana a niveles tan disimiles como el embrionario, gonadal, endocrino o cerebral, entre otros, quedará convertida automáticamente en normalidad y "opción", adquiriendo los mismos "derechos sexuales" en la sociedad, en base a la sacrosanta doctrina de la igualdad.

Si a estas alturas alguien está medio confundido con todo esto no lo culpo. Así de confuso es el mundo que nos propone el progresismo. Hay que tener en claro que la visión de izquierdas parte de un severo cuestionamiento de la realidad humana. En principio el mundo es malo, a la luz del entendimiento progresista. El mundo está mal hecho. Para empezar, les resulta "injusto". De modo que en el progresismo no se trata de asimilar la realidad tal cual es sino de cuestionarla para transformarla, a fin de que quepa en los moldes ideológicos fundados en sus conceptos de justicia social. Y el pilar central de su concepto de "justicia social" es el igualitarismo, el cual debe aplicarse a todo, desde las clases sociales hasta los géneros u opciones sexuales, pasando por las culturas, comunidades, etnias, lenguas, derechos, etc. En buena cuenta estamos hablando de la imposición de una ideología a la realidad. Algo que para cualquier mente sensata debería sonar a disparate.

En el pasado, los delirios reformistas llevaron a las izquierdas a emprender grandes revoluciones políticas, a cargo de regímenes despóticos liderados por delirantes tiranos que practicaron cruentos genocidios, para dejar sus países convertidos en prisiones miserables. Conocidas son las historias de la URSS, China maoista, Camboya y los aun sobrevivientes Cuba y Corea del Norte. Fracasos absolutos en todos los sentidos. Con el fin de la Guerra Fría y el derrumbe del comunismo mundial, la ideología de izquierdas no desapareció. Quedó esparcida entre una casta de intelectuales que nunca abandonó las ideas del socialismo, sino que las promovían disimuladamente desde organismos internacionales y ONGs locales. Así fue como estas ideas pasaron del ámbito político al académico. De este modo la penetración ideológica solo cambió de estilo, y han logrando triunfos que no conseguirían mediante revoluciones a cargo de partidos políticos identificados abiertamente con objetivos socialistas. En estos tiempos ya no se trata de ganar el poder mediante revoluciones sangrientas y emprender las transformaciones sociales mediante la fuerza de un Estado totalitario de partido único. Ahora es más fácil lograr estos mismos objetivos infiltrado las democracias débiles, parasitando sus instituciones y guiando sus políticas públicas desde ONGs o cuerpos técnicos que proponen las leyes y los objetivos. 

El punto es que, aunque muchos problemas sociales sean reales, la izquierda no tiene ninguna solución. Ninguna. Todo lo que tienen como propuesta es su relamido igualitarismo. La pregunta es si todo esto tiene sentido y alguna posibilidad de funcionar. Pues me temo que no. Y ya lo hemos visto antes. Todas las leyes igualitaristas y proteccionistas de "sectores vulnerables" solo han servido para empeorar las cosas, crear burocracias anodinas e incrementar el gasto público sin resultados. La creación de nuevas figuras delictivas como el feminicidio, el incremento de penas y la imposición de cuotas de mujeres no han dado resultados. La razón del fracaso reiterado de las políticas sociales de izquierda es siempre la misma: la realidad no cabe en los moldes ideológicos. Al final la realidad siempre se impone. Eso ya deberían haberlo aprendido en la izquierda. Pero si así fuera, ya no habría más izquierdas. Los seguidores de quimeras sociales continúan.

Como ya se dijo, la igualdad no existe más que en la imaginación. Es solo un concepto. En la realidad humana no existe ningún tipo de igualdad. Ni siquiera entre hermanos. La diversidad, la variabilidad y la aleatoriedad son los elementos fundamentales de la existencia humana. El solo hecho de que cada individuo sea capaz de tomar sus propias decisiones ya impone una gran carga de arbitrariedad, diversidad y aleatoriedad a la sociedad. Las visiones socialistas tienden a imponer el criterio colectivista por encima de las realidades del individuo concreto. Ven sociedades donde solo hay individuos tomando decisiones individuales. Este es el primer error conceptual de la izquierda. El segundo es la burda creencia de que es posible diseñar y dirigir la sociedad mediante políticas públicas, y desaparecer las diferencias individuales para llegar a la sociedad perfecta. No es posible. Debemos adecuarnos a la realidad y no al revés. Debemos sustentarnos en la realidad y no en la ideología. Y mucho menos en la aberrante "ideología de género".