Siempre he dicho que en el Perú no existe izquierda democrática. Y hasta podría ampliarlo a toda Latinoamérica con pocas excepciones. Por ejemplo en Chile surgió una izquierda madura y democrática luego de la tormentosa experiencia de Allende y Pinochet. Incluso ya en los terribles días de Allende hubo una zquierda que se distanció de ese modelo bárbaro que el comunista llevaba adelante mientras el país se destruía. Esa izquierda que aprendió la lección de la historia llevó adelante a Chile después de Pinochet, hasta que llegó Bachelet y el asunto volvió a fojas cero. Hoy la izquierda chilena es un renacer del allendismo fracasado y ha llegado al poder casi por la via de la violencia. Hoy gobiernan los que ayer tiraban piedras.
En el Perú, en cambio, la izquierda siempre fue salvaje. Ni aun después de la experiencia brutal del terrorismo pudo surgir una izquierda realmente democrática. Tenemos una izquierda que glorifica la dictadura de Velasco y defiende toda la barbarie cometida durante esa dictadura delirante que destruyó al país, y que nos condujo a la peor crisis de nuestra historia con su modelo estatista. ¿Hubo algún aprendizaje de la izquierda tras ese desastre? No. Ninguno. Siguen defendiendo las empresas estatales, la reforma agraria, el nacionalismo chauvinista, el indigenismo, el rechazo de la inversión extranjera, la estigmatización del capital privado, la sobreregulación laboral, el crecimiento del Estado, etc.
Pero además de todo eso que puede pasar por fanatismo ideológico, dogmatismo doctrinal, ignorancia histórica, etc., la izquierda aun sigue predicando, practicando y defendiendo la violencia. No han renunciado a ella. La violencia sigue siendo el arma principal de la política de izquierdas, el recurso natural para imponer aquello que no pueden lograr por los votos como exigir el cambio de Constitución, nuevas elecciones, el cierre de un Congreso incómodo o para recuperar el poder cuando lo pierden legalmente.
No solo vemos a la izquierda tratando de pasar por agua tibia al terrorismo, llamando "guerrilleros" a los terroristas o incluso "guerra civil" a la época del terror, excusando a los senderistas por haberse excedido en sus buenas intenciones de lograr una mejor sociedad, ensañándose con todo aquel que haya combatido a los terroristas, montando relatos oficiales que minimizan al terrorismo de izquierdas o lo equiparan con el "terrorismo de Estado", hasta el punto mismo de apañar a un neo senderista para convertirlo en presidente de la República, lavarle la cara a terroristas prontuariados para que puedan ser ministtros de Estado, etc. Todo eso acabamos de verlo.
Pero además tenemos una izquierda que sigue normalizando la violencia política a la que llama "lucha social" o "protesta social", cuando el único objetivo es capturar el poder perdido, a lo que llaman "recuperar la democracia", eventos a los que suelen convocar a todo el lumpen social. Convierten en mártires a los caídos en las trifulcas en que se trenzan a pedradas y bombardas contra la policía, persiguen judicialmente a los altos mandos policiales y políticos por los muertos en las protestas, cuando dichas autoridades no son de izquierda.
En el discurso de izquierda la "participación política del pueblo" es un acto de "auténtica democracia popular" que demuestra que los sectores populares han asumido conciencia política y quieren ser actores de los cambios. Debemos creer pues que las masas de campesinos ignorantes que marchan pidiendo nueva Constitución saben de lo que están hablando, que se les ha ocurrido a ellos de manera natural luego de una profunda reflexión política y jurídica.
Cualquiera con dos dedos de frente (o con suficiente experiencia política) sabe que esos campesinos, al igual que los jóvenes universitarios, son manipulados por dirigentes de izquierda. Los buscan precisamente a ellos porque son fáciles de manipular en medio de su ignorancia. Pero no los convocan a marchar sino a generar el caos y la violencia en busca de muertos, porque, como ya lo han expresado ellos mismos: las protestas pacíficas no generan cambios. Así es como mueren los Quispes y Mamanis, los Intis y los Bryans, mientras que los caviares acusan de "racismo".
Esta es pues la tónica de la política de izquierdas. La democracia real y el Estado de Derecho están siempre amenazados por la izquierda, aunque ellos lo hacen supuestamente para defender la "verdadera democracia". Es decir, la que a ellos les gusta. Pero la democracia es un sistema creado por la civilización para superar las etapas de las guerras tribales y someternos todos al imperio de la ley. Nos guste o no, debemos respetar el Estado de Derecho, buscar los votos, ganar representantes y proponer los cambios en el Congreso, respetando las reglas y la separación de poderes. Por desgracia, la izquierda maneja sus propios conceptos de democracia y para ellos las cosas se resuelven todavía mediante guerras tribales, convocando a las masas a la violencia salvaje para capturar el poder y gobernar como una dictadura sin ley "en nombre del pueblo".
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