Un día como hoy, 3 de octubre, hace 55 años, se iniciaba una de las peores épocas de la historia del Perú. A primeras horas de la madrugada, el general Velasco había sacado los tanques para dar el último golpe militar del siglo XX. No era el primero pero sería el peor de todos. Y quizá por eso, fue el último.
A diferencia de los anteriores golpes militares que se dieron por cuestiones políticas muy puntuales y que luego restablecieron el orden democrático, el golpe de Velasco tuvo dos características que resaltar: primero, fue un golpe que se dio bajo una mentira infame, usando el petroleo como pretexto; y segundo, fue un golpe que pretendía quedarse en el poder sin límite de caducidad. Es decir, Velasco pretendía gobernar el Perú por décadas. Tenía un plan ya escrito con meses de anticipación: El plan Inca. Un tercer rasgo fue que se presentaron como salvadores de la República y hablaban de "revolución", prometiendo crear una nueva sociedad. Ni más ni menos. Es decir, pretendían transformar a la sociedad. Soñaban con crear al "nuevo hombre peruano". No solo una nueva patria sino una nueva sociedad y una nueva cultura peruana. Ese era el objetivo de lo que llamaron "revolución". O para ser más precisos: "gobierno revolucionario de las fuerzas armadas". Aunque Velasco era el cabecilla del movimiento, se presentaban como un movimiento institucional. No era pues un gobierno que solo quería impedir que el Perú firme un "contratro entreguista" con la IPC por la cuestión del petroleo, como arguyeron falazmente. Eso fue solo el pretexto montado. Lo que querían claramente era hacer una "revolución" y cambiarlo todo. Querían el poder total por tiempo indefinido para transformar a la sociedad manu militari, hasta lograr una sociedad socialista, con una nueva mentalidad nacionalista.
Por todo eso queda claro que Velasco y sus secuaces tenían un proyecto socialista de largo aliento, pero dieron el golpe usando como pretexto el asunto de la página once, una farsa montada con ayuda de la prensa, un mito urbano creado para engañar a las masas generando odios contra el gobierno al que se le acusaba de ser "enteguista" a potencias extranjeras. Nunca existió esa famosa "página once". Fue un completo engañabobos. Pero hasta hoy se sigue mencionando el tema.
La farsa del petroleo fue usado para montar un show "nacionalista" que sirvió para que las masas aplaudieran a Velasco, lo vieran como el salvador, aceptaran el golpe y recibieran a los golpistas como héroes de la patria. Para esto asaltaron los campos de la Brea y Pariñas con tanques de guerra, como si invadieran un país enemigo. Ese fue el inicio de un gobierno que utilizaría el show como instrumento político. Una copia de las estrategias de Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler. Desde entonces, la manipulación de las masas fue parte de la estrategia de la dictadura, empleando a Tupac Amaru como símbolo, propalando eslógans efectistas como "campesino: el patrón ya no comerá más de tu pobreza", entonando el "himno de la revolución" todos los días en todas las emisoras de radio y TV confiscadas por el régimen y creando su propio sistema de manipulación social: el SINAMOS.
La dictadura de Velasco se sustentó en el odio de clase y en el revanchismo social. Los mensajes de Velasco estaban repletos de odio y proclamaban la "guerra a la oligarquía". Su frase favorita era "hay que romperle el espinazo a la oligarquía". Todas sus acciones estuvieron destinadas a destruir a la clase dirigente y productiva: los hacendados y empresarios. Luego iría por los políticos, artistas e intelectuales. La reforma de la educación empezó reeducando a los maestros en la nueva ideología del odio de clase. Ya no habría calificaciones que crearan discriminación ni reforzaran el elitismo. Eliminaron los desaprobados para evitar los traumas de los peores alumnos. Se implantó el igualitarismo en todos los sentidos. Todos los alumnos eran iguales. Lo mismo pasaba en las empresas: los trabajadores podían formar parte de los directorios y tomar decisiones sobre la marcha de la empresa, aun sin tener acciones en ella. Pero para eso se crearon las "acciones laborales".
El gobierno de Velasco significó además la ruina del agro. Las confiscaciones de tierras e ingenios productivos destruyeron la productividad agroindustrial. La reforma agraria fue simplemente la destrucción de un sistema productivo eficiente a cambio de nada, o de una aventura socialista ineficiente que estaba destrinada a fracasar irremediablemente. Sin recursos para alimentarse, los campesinos iniciaron la migración a la costa y crearon asentamientos en los arenales, y así nació Villa el Salvador, entre otras zonas de invasión que rodearon Lima como un cinturón de miseria. Luego el Perú tuvo que importar papas de Holanda y empezar a consumir azúcar rubia, con suerte. Se creó el Ministerio de Alimentación para importar todo lo que el país dejó de producir. Se estatizó todo lo que se pudo estatizar para "evitar el sabotaje de la dertecha". El Estado lo controlaba todo, desde la comercialización hasta los precios. Ante la crisis que se asomaba, la gente empezó a migrar y el destino favorito era Venezuela.
La política antiimperialista de Velasco nos enemistó con EEUU y buscó acercarse al eje del imperialismo soviético. Así fue como la URSS nos vendió una gran cantidad de armamento obsoleto cambiando radicalmente la matriz del armamento peruano, mayoritariamente norteamericana y francesa, haciéndonos depender de proveedores que quedaban al otro lado del planeta y cuyo idioma nadie hablaba en el país. La aventura bélica de Velasco estaba destinada a invadir Chile para recuperar los territorios perdidos en la Guerra del Pacífico, planeada para el centenario de dicha guerra. Pero afortunadamente Velasco no duró para esa fecha. Hubiera sido imposible sostener una guerra con la economía en crisis, armamento obsoleto y con proveedores tan alejados del escenario bélico. Para lo únic que sirvió todo ese armamento ruso fue para inicar una gran deuda externa.
La merma de la recaudación fiscal empezó a generar problemas económicos al gobierno, pero Velasco tuvo suerte de contar con los petrodólares que se ofrecían a bajas tasas de interés, tras el alza del petroleo originado por la OPEP. Cada empréstito era celebrado por la prensa como un gran éxito del gobierno. Así nació la creciente deuda externa que pasó de $800 millones a $8,000 millones. Pero la mayor parte se despilfarró en grandiosas construcciones como al Pentagonito, el centro cívico, el complejo de Essalud y de Petroperú, y otros edificios administrativos para los ministerios del gobierno, obras en las que los militares robaron a manos llenas. Toda esa mega corrupción de los militares nunca fue investigada, ni juzgada, ni castigada. Nos dejaron una deuda impagable, un Estado faraónico y un país destartalado. Pese a todo, tuvimos mucha suerte de que Velasco enfermara y le dieran un golpe al séptimo año, porque el apocalipsis velasquista podría haber sido mucho peor.
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