Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Jean Francois Revel decía que la libertad se halla en peligro cada vez que se empieza a hablar de ella, en especial cuando se exigen definiciones de libertad. Y cuánta razón tenía el viejo luchador francés. Siempre que aparecen los teóricos y retóricos tratando de enseñarnos lo que es la "verdadera libertad" y cómo protegernos de los peligros contra la libertad, lo que resulta invariablemente es la pérdida de la libertad. Lo hemos visto tantas veces que parece la saga de una misma película: "Defendamos la libertad", parte I, II, III, etc.
El recurso es bastante simple y hasta pueril. Alguien -que puede ser el gobernante, la dictadura, un lobby de poder como las ONGs- pretende ejercer el control anulando a sus enemigos, entonces apela a la conocida y relamida estrategia: empieza cuestionando el verdadero sentido de la libertad, luego señala como enemigos de la libertad a sus opositores y enseguida propone defender la libertad con medidas preventivas que garanticen la libertad y la defensa de los derechos ciudadanos. Estas medidas, en el caso de la libertad de expresión, van desde la confiscación de los medios hasta una ley de restricciones diversas. Que no nos cuenten el mismo viejo cuento ahora. Ya lo conocemos.
El peor peligro para la libertad son justamente los autodenominados "defensores de la libertad" y sus leyes protectoras con que pretenden garantizar la "auténtica libertad". Recordemos a los barbudos que llegaron a La Habana gritando "libertad" el 1 de enero de 1959 y acto seguido montaron una dictadura que ya lleva 55 años de opresión. Ese fue el primer acto de esta gastada película socialista que se va extendiendo por el continente como una peste de sífilis. Hoy mismo los regímenes que más hablan de libertad de expresión son los que han acallado a la prensa y censurado a los medios, siempre con los mismos melosos argumentos. Así que cuando escuchen hablar de libertad, prepárense a perderla o a defenderla, lo que significa rechazar a los farsantes de la libertad.
Lo que se vive por estos días en el Perú con la cantaleta de la "concentración de medios" no es más que otra versión de la vieja amenaza progresista contra la libertad, en sus variantes de libertad de empresa, libertad de prensa y libertad de expresión. Amenaza camuflada obviamente con un colorido y emotivo discurso a favor de la auténtica libertad de expresión y la defensa de los derechos del ciudadano. Todos los farsantes se disfrazan de Robin Hood. Ocultan sus verdaderas intenciones, sucios intereses y hasta sus bajas pasiones, para mostrarse como defensores de la patria, del humilde, del pobre y del ciudadano. Así que nuestra primera tarea es quitarles la máscara. Acá nadie actúa en función de valores o principios, solo hay intereses, ambiciones, revanchismo y mezquindad.
El pleito empieza justamente cuando el grupo La República (GLR) pierde la ocasión de comprar acciones de EPENSA a manos del Grupo El Comercio (GEC). ¿Por qué es tan importante esta compra? Porque EPENSA cuenta con diarios que se venden bien. Sumando las ventas de los diarios que ya tiene el GEC con los de EPENSA alcanzan al 78% de las ventas de diarios. Hay que recalcar que estamos hablando de ventas. Es decir, de algo que en última instancia decide el ciudadano libre al elegir qué diario comprar. A partir de este traspié empresarial el GLR empieza su pataleta y acusa al GEC de acaparador de medios. Así es como empieza todo este cuento al que luego la progresía se ha sumado muy alegremente, retomando su viejo discurso a favor del control de los medios.
Para cualquiera que tenga dos dedos de frente es obvio que no se trata de ningún acaparamiento de medios. En el Perú hay más de 60 medios impresos y pueden haber más. No hay límite para el ingreso de nuevos medios. De hecho, a cada rato aparecen nuevos medios y la suerte de cada uno depende finalmente de las decisiones que tomen individualmente los ciudadanos libres. Las empresas editoriales están en libertad (al menos por ahora) de lanzar nuevos productos al mercado cuando lo estimen conveniente y alterar, según su calidad, la distribución de las ventas. ¿Dónde es que está pues el supuesto "acaparamiento de medios"?
No hay nada de eso. Detrás del discurso hueco y sin sustento podemos distinguir a dos sectores muy claramente definidos. Por un lado un grupo de perioditas que se sienten afectado por el GEC, y por el otro, el progresismo que atiza el fuego y prepara la ley de intervención de los medios. Se han dado cuenta de que el cuento de la "concentración de medios" no va a funcionar y han cambiado de estrategia. Ahora ya no se habla del falso "acaparamiento de medios" sino de riesgos, del posible peligro que podría representar un oligopolio para la libertad y el derecho a la información de los ciudadanos. Así que pretenden curarnos en salud con una ley regulatoria. Es triste ver a distinguidos y antes respetados periodistas haciendo el papel de tontos útiles del progresismo. La izquierda hace su propio juego, que es el mismo juego de siempre, el eterno propósito de la izquierda: acallar a sus enemigos utilizando la ley, combatir el éxito y resguardad la mediocridad general.
Está claro que lo que la izquierda anquilosada añora es traerse abajo al GEC y derribar así al gigante de los medios y baluarte del liberalismo en el Perú. Un viejo sueño de la izquierda setentera y velasquista. Esto es lo que hay en el fondo del asunto: el añorado sueño de la izquierda de controlar los medios de expresión para controlar las ideas de la gente, tal como lo han hecho en Cuba. Si alguien quiere tragarse el sapo de los supuestos riesgos a la libertad de expresión y del ridículo cuento de la concentración de medios es cosa suya; pero el único riesgo para la libertad empieza cuando se permite que el Estado intervenga en un asunto que solo debe competir a los ciudadanos libres, quienes regulan el mercado todos los días mediante su sabia decisión de comprar o no comprar, criticar, cuestionar, opinar y publicar.
Ciertamente el asunto por ahora está en manos del Poder Judicial, pero sabemos de sobra cómo actúa el progresismo. Nunca aceptarán una sentencia desfavorable. Apelarán y apelarán de instancia en instancia hasta llegar a la CIDH, donde al final siempre se salen con la suya de alguna manera extraña. Su ansiedad es tal que han pretendido saltarse todas las etapas apelando al recurso de la consulta a la Corte IDH. Esta ya respondió con una ambigüedad que no sorprende en el mundo del derecho en estos tiempos: ha dicho que puede dar una opinión, la cual no es vinculante pero que tiene "indudables efectos jurídicos".
Lástima que el Perú esté por sumarse a la ominosa cadena de opresión de la libertad de prensa que el socialismo del siglo XXI viene imponiendo en Venezuela, Argentina y Ecuador. Lástima que el Perú se vea en una situación de amenaza real a la libertad de expresión, de empresa y de prensa por un lobby de ONGs de izquierda, que han empezado a jugar el juego que les ha dado mejores resultados en los últimos tiempos: las leguleyadas con el disfraz de la defensa de los DDHH y las presiones en el ambiente judicial, donde coquetean con los jueces a través de conocidas prebendas como becas, cursos y viajes de capacitación, docencia universitaria y promesas de empleo post jubilación. Y es una lástima también que existan tontos útiles en el periodismo nacional, que no saben perder y terminan prestándose al juego de los verdugos de la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario