domingo, 7 de abril de 2013

El progresismo contra el Papa Francisco


Lo sorprendente del nuevo Papa no es que sea latinoamericano sino que, precisamente por serlo, se haya convertido casi de inmediato en blanco de las iras progresistas de toda la región, sin duda la más poblada por delirantes predicadores de la sociedad perfecta. Los primeros en mostrarle los dientes al nuevo Papa Francisco han sido los propios argentinos, seguidores embobados del patético régimen populista que conduce (es un decir) Cristina Fernández. Han sido especialmente los viejos progresistas, los revoltosos y guerrilleros del ayer, quienes de inmediato sacaron su libreta negra para buscar el nombre de Jorge Mario Bergoglio. Allí estaba. Marcado con tres aspas por supuestamente haber entregado a dos sacerdotes a la dictadura y por haber callado ante los gobiernos de facto.

El tema no es nuevo y probablemente no será la última vez que se escuchen esta clase de acusaciones por parte de una élite que hasta hoy se siente protagonista de la época más gloriosa de la izquierda regional. Se trata de los residuos que dejó la Guerra Fría y la triste época del auge del comunismo latinoamericano en el siglo pasado. Una época que no ha sido adecuadamente evaluada debido a que la mayoría de quienes se ocupan de escribir sobre aquellos años fueron precisamente protagonistas de esa época demencial. No me refiero a los que se atrevieron a empuñar las armas y enrolarse en aquel ejército de desquiciados que pretendía transformar el mundo mediante la violencia revolucionaria, las balas y la dinamita, sino a quienes se mantuvieron en la comodidad del trabajo académico, dando soporte ideológico y justificando ese salvaje accionar en libros y artículos. Es decir, esa casta de intelectuales "progresistas" que santificaba la violencia, justificaba las muertes y pergeñaba las bases teóricas del mundo quimérico que debía primar.

Quienes hoy se rasgan las vestiduras por los derechos humanos y acusan de las peores atrocidades a las dictaduras de los 70 y 80, olvidan que ellos mismos fueron quienes ayudaron a engendrarlos. Para uno que ha vivido la segunda mitad del siglo XX, resulta por lo menos indignante escuchar hoy a estos señoritos de la libertad, haciendo gala de cinismo al condenar a las dictaduras que emergieron precisamente para contener la brutal aparición del comunismo continental promovido desde Cuba por la URSS. En los hechos pudimos observar que quienes decían oponerse al imperio de las clases dominantes, no hicieron más que reemplazar esas clases por otras, ya que la gigantesca clase burocrática del Estado y el partido, junto a su red de soplonaje barrial, se constituyeron en la nueva clase privilegiada. En Cuba pudimos además apreciar que la lucha contra una dictuadura derivó en el establecimiento de otra dictadura, pero más totalitaria y absolutista, cuya única actividad política consistía en el adoctrinamiento de la gente para que aceptara la miseria del nuevo régimen con "dignidad" anti imperialista. La propaganda comunista se convirtió en el nuevo alimento diario para los pobres cubanos que aprendieron a vivir en una fantasía mientras la realidad se venía abajo.

Entonces solo quedaba sonreír cuando el progresismo hablaba de "dominación yanqui" y se consumía atacando al "imperialismo norteamericano". El discurso del progresismo se basaba en una vergonzosa miopía que no le permitía reconocer la "dominación soviética" y el "imperialismo ruso" al que aspiraban. Para los pueblos de la América Latina quizá daba lo mismo ser sojuzgados por unos o por otros. Aunque en el caso cubano es obvio que la dominación del comunismo soviético solo le ha traído infortunios y miserias. En Cuba no hubo más que el reemplazo de un dictador por otro aun peor, pues se quedó al mando más de medio siglo! No hay moral que justifique eso. Los revolucionarios barbudos que supuestamente liberaron al pueblo cubano de la dominación yanqui y derribaron a las clases dominantes, enseguida se convirtieron en la nueva casta de privilegiados que impusieron su dominación al pueblo. Para el cubano el cambio de régimen solo significó la pérdida de su libertad junto a una creciente miseria y la entrega de su patria a la dominación soviética. La supuesta "dignidad y soberanía" predicada por el Partido Comunista Cubano se dejó de lado para convertir a toda Cuba en una lanzadera de misiles nucleares soviéticos, mientras que por otro lado se reclamaba por la base de Guantánamo. 

Luego de escupir en contra de la dominación yanqui, Cuba se convertiría en base para la invasión del comunismo soviético al subcontinente latinoamericano. No solo fue el Che, abandonado más tarde en Bolivia. Los movimientos insurgentes de inspiración castrista se replicaron en todo el continente. Hoy mismo quedan aun vestigios de esa vil plaga comunista en movimientos como las FARC y el ELN en Colombia. Pero en los años 60, 70 y 80 Latinoamérica se desangraba en guerrillas criminales que no dudaron en apelar al terrorismo más despiadado, tal como ocurrió en Perú con el Partido Comunista Sendero Luminoso y el MRTA. Nunca pues Latinoamérica padeció tanto como en la nefasta época de la demencia revolucionaria de la izquierda comunista. Y hoy, los representantes de aquella época de sangre y dolor tienen el cuajo de denunciar a quienes asumieron el deber de defender la institucionalidad, la democracia y la libertad de cada pueblo.

La situación no fue distinta en Argentina, convertida en un polvorín, donde el izquierdismo enfermizo afloraba en todas las manifestaciones patológicas posibles. Podría decirse que el izquierdismo argentino nace como una afloración bacterial sobre el cadáver del peronismo. Gracias a las políticas populistas de Juan Domingo Perón quien, a la manera de un Hugo Chávez de mediados del siglo XX, se dedicó a despilfarrar la inmensa riqueza argentina ofreciendo dádivas al pueblo, surgió una masa de parásitos habituados y esperanzados en vivir mamando la teta del Estado, considerando que esos eran sus "derechos". No hace ninguna diferencia entre los "derechos" que la aristocracia real asumía como muy naturales de su clase y los "derechos" que la masa popular empezó a asumir como muy propios de su condición, cuando un líder mesiánico decidió que podía regalar los dineros del Estado para proporcionar felicidad. Como bien diría Margaret Thatcher años despues: "el socialismo termina cuando se acaba el dinero ajeno".

La izquierda argentina ha sido una de las más conflictivas del sub continente. Luego de idolatrar a su líder Juan Domingo Perón por dos décadas, durante su ausencia cada quien se dedicó a interpretar a su manera el peronismo. A su regreso al poder los más radicales exigieron las típicas "transformaciones profundas" que en buena cuenta era convertir a la Argentina en un anexo del comunismo mundial. Los cuestionamientos a la dirigencia sindical por parte de los más delirantes del ala radical llevaron al mismo Perón a echarlos de su movimiento llamándolos "imbéciles" durante  una manifestación en la Plaza de Mayo. Muchos de los concurrentes bajaron las pancartas y se marcharon compungidos. Pero el mal del izquierdismo estaba ya asentado en la mente de muchos argentinos, y de muchas formas, pero todas ellas bajo el común denominador del "peronismo".


La aparición de un Papa argentino removió los recuerdos de lo que significó la Iglesia Católica frente al comunismo mundial, y en particular en la Argentina. Se ha vuelto a recordar el papel de Pio XII frente al comunismo, el rol de Juan XXIII como transformador de la Iglesia para adecuarla a los tiempos modernos, se ha vuelto a criticar a las misiones de ayuda a los más pobres como maniobras para disminuir la acción y prédica del comunismo. Pero la identificación de la Iglesia con los más pobres llegó a confundirse con el discurso comunista, siendo la escusa perfecta para mezclar el credo cristiano con la prédica marxista. La Iglesia Católica no pudo quedar al margen de la influencia del comunismo cuando varios jóvenes sacerdotes se sintieron atraídos por el marxismo tan de moda. Fue en este período cuando el capellán auxiliar de la Universidad Nacional de Colombia, Camilo Torres Restrepo unió el fusil con el evangelio para enrolarse en el movimiento guerrillero colombiano Ejército de Liberación Nacional.

Pese a que el papa Paulo VI reabrió el Concilio Vaticano II para renovar el debate sobre el rol de la Iglesia en el nuevo escenario mundial, no pudo impedir que la infección marxista diera sus frutos en la Iglesia con simpatías claras hacía el comunisno, así como el surgimiento de la "Teología de la Liberación" como doctrina de una iglesia marxista. El convulsivo escenario de Latinoamérica en los años 70, época durante la cual se desarrolló el mayor avance de guerrillas comunistas en toda la región, empezando en Centro América, fue propicio para que la Iglesia entrara en contacto con el comunismo al tener que tomar partido a favor de los más pobres y en contra de la brutal represión que los gobiernos ejercían ante la infección comunista. Por lo general se trataba de gobiernos despóticos en manos de dinastías corruptas que manejaban a su antojo sus países. Las guerrillas comunistas, que ciertamente no ofrecían un futuro mejor, se presentaban como la gran esperanza de redención del pueblo oprimido. Sin embargo, en los contados casos en que el comunismo logró llegar al poder no hicieron ninguna diferencia para el pueblo, pues los pobres solo vieron el reemplazo de una dictadura por otra, igual de déspota y hasta más brutal.

Tuvo que llegar Juan Pablo II para echar al tacho las pretensiones del ala roja de la Iglesia, amonestando severamente al sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, en frente de las cámaras de televisión, en clara señal de que no permitiría una desviación hacía el comunismo en la Iglesia. Otro sacerdote católico que utilizó la causa de los pobres para confundirla con el marxismo imperante fue el salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, quien llegó a invocar a los soldados a que desobedecieran las órdenes de sus superiores cuando se trataba de enfrentar a su propio pueblo. Su asesinato fue parte de la turbulencia desatada por la guerrilla marxista, unida a las simpatías que la Iglesia mostró hacía quienes se presentaban como redentores de los pobres. Fue quizá un gesto de inocencia y candidez por parte de una generación de sacerdotes que creyeron en la bondad del marxismo. Pero muchos acabaron luego decepcionados, como le ocurrió al propio Ernesto Cardenal, quien finalmente renunció al FSLN y acabó como una marioneta usada por el progresismo para ser exhibida en eventos internacionales.

Muchos especulan con el rol que jugó Juan Pablo II en la caída del comunismo soviético y su secuela fatal para el comunismo en el resto del mundo. Lo cierto es que el comunismo cayó por su propio peso y como resultado de sus propia inconsistencia. El comunismo es sencillamente inviable a largo plazo. Al momento de la debacle soviética, casi el 70% del presupuesto estaba siendo destinado a la seguridad, es decir, a las aventuras bélicas que desde la posguerra mantuvo la URSS frente a los EEUU y sus aliados. Nunca llegaron a igualar los avances científicos y tecnológicos en el campo aeroespacial y militar. La URSS apeló al robo y el espionaje para copiar la tecnología de Occidente, como era evidente en productos como el avión supersónico TU-144, fallida copia fiel del Concorde, o el trasbordador espacial Burán, imitación visible de la tecnología de los trasbordadores norteamericanos. El toque final lo puso Ronald Reagan cuando impulsó su llamada "Guerra de Galaxias", un proyecto que empujó a la URSS al suicidio presupuestal y a su caída final. La pérdida de poder que sintió Gorbachov frente a las fortalecidas naciones que retomaron su rol, en especial cuando Boris Yeltzin asumió el control de Rusia, fue la gota que derramó el vaso.

Cuando llega el papa Benedicto XVI el mundo ya era otro. Su papel se concentró en reorganizar la Iglesia y limpiarla de los malos elementos que habían carcomido sus cimientos. Hizo frente a las críticas de pederastía y pretendió reformar la doctrina de la fe pero para hacerla más conservadora. Su repentina renuncia fue causa de muchas conjeturas en torno a su fortaleza para enfrentar los graves problemas de la Iglesia, no ya frente al mundo sino al interior de sí misma. Frente a ello la designación del obispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, debería considerarse una acertada decisión por parte del Vaticano, pues no hay duda que le permitirá recibir una andanada de aire fresco, y una perspectiva muy distinta de la misión de la Iglesia.

Pero esto es lo que precisamente ha despertado el resquemor de la vieja militancia marxista, no solo en la Argentina sino en toda Latinoamérica. Los sobrevivientes de la plaga marxista de los años 70 han hecho memoria rápidamente para recordar el papel del sacerdote Bergoglio frente a la junta militar de Rafael Videla. Han rescatado fotos del archivo para mostrarlo junto al ex presidente Rafael Videla durante la dictadura militar (1976-1983) dándole comunión al militar que fue acusado de la desaparición de 30,000 personas, según las abultadas estadísticas de la izquierda. El periodista argentino Horacio Verbitsky pone en duda en su libro “La mano izquierda de Dios. La última dictadura (1976-1983)” las actuales declaraciones de Francisco sobre su desconocimiento sobre la represión durante la dictadura militar.

El sacerdote Bergoglio fue acusado de ser colaborador en la represión militar a los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics quienes le imputan haberlos entregado a los militares, así como la desaparición de varios catequistas que trabajaban en la villa miseria de Flores en 1976. Debido a esta denuncia el cardenal fue llamado a declarar en la “Causa ESMA” ante el Tribunal Federal № 5. Yorio y Jalics sostienen que Bergoglio les quitó la protección de la Compañía de Jesús al negarse ellos su orden de abandonar el trabajo social. Según la versión que propala la izquierda, los dos fueron secuestrados en 1976 al perder el apoyo eclesiástico y fueron torturados en la ESMA durante seis meses. Posteriormente los habrían drogado y abandonado en un descampado a las afueras de Buenos Aires. Los dos lograron sobrevivir su martirio pero nunca perdonaron al provincial de la Compañía de Jesús su traición.

Esta historia, sin embargo, ha sido desmentida por el propio Bergoglio. Pero no importa. La maquinaria acusadora y de definformación de las ONGs de izquierda ya se echó a andar, no solo por los hechos del pasado sino por el presente inmediato, pues Bergoglio es considerado un crítico y opositor del régimen actual, presidido por Cristina Fernández viuda de Kirchner. El frente progresista que respalda a brazo partido a la presidenta de tendencia "socialista del siglo XXI", ya puso a Bergoglio en la mira. Sin embargo, en esta ocasión la guerra sucia no será tan fácil tratándose de un sacerdote tan carismático que además se ha ganado el apoyo y la admiración de los argentinos. No es difícil avizorar uno que otro choque en el futuro entre el Papa Francisco y CFK.


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