miércoles, 28 de agosto de 2013

CVR: diez años de manipulación de la verdad


A diez años de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) es un hecho que este no goza de la aceptación mayoritaria del pueblo peruano. Por el contrario, no ha dejado de ser severamente cuestionado y rechazado por amplios sectores. Y las razones son bastante contundentes. En primer lugar la CVR no encarnó el dolor y angustia del pueblo peruano frente al ataque criminal que sufrió de parte de dos bandas terroristas de izquierda. Lo que la CVR prefirió hacer, más allá de reconocer el evidente accionar terrorista de Sendero Luminoso, fue asumir una posición ética para enjuiciar el rol y la reacción del Estado -y particularmente de las FFAA y Fujimori- en la lucha feroz que tuvo que desarrollar para derrotar al terrorismo. De este modo la CVR no solo se distancia del sentir y entender de la mayoría de peruanos, sino que termina -no sé si conscientemente- del lado del terrorismo y de la izquierda en general. La CVR acaba así haciéndole el juego a la subversión, pues culmina la tarea de demolición del Estado y sus instituciones al hacerlo tan responsable como los grupos terroristas -y aun más- por violaciones de los DDHH. La CVR le propinó así al Estado, las FFAA y a Fujimori el puntillazo final que la subversión terrorista de izquierda no pudo asestarles. Empleando ya no armas ni bombas sino la ética progresista, la CVR hizo de las FFAA otro grupo terrorista tan nefasto como SL, y convirtió a Alberto Fujimori en un líder más diabólico aun que Abimael Guzmán. Y por si todo esto fuera poco, la CVR redimió a los terroristas caídos en la "acción desmesurada" del Estado, tratándolos como víctimas a quienes hubo que compensar y hasta homenajear.

Según la ética progresista de la CVR, el Estado debe siempre emplear los guantes blancos, aunque la subversión los lleve a pelear en el lodo, y los militares deben abstenerse de toda emoción o sentimiento humano cuando enfrente a la subversión, especialmente si es de izquierda, aunque se trate del grupo más demencial y homicida de la historia. En resumen, la actuación de la CVR ha dejado muchas dudas y preguntas que nos seguimos planteando. ¿Fue prudente encargar a la izquierda este trabajo? ¿Por qué y para qué se hizo la CVR? Todo esto no puede ser admitido por el pueblo peruano que sufrió la vesania de la izquierda terrorista. No importa cómo se adorne y maquille el trabajo de la CVR; su intención es abiertamente antifujimorista, desde el principio hasta el final, abandonando incluso el lenguaje mesurado y hasta su trabajo central que era el análisis del terrorismo y sus verdaderas causas. En su lugar lo que nos plantea la CVR son ridículas justificaciones sociológicas de tipo marxista como supuestas explicaciones del terror de izquierda, y luego las emprende contra el Estado, las FFAA y Fujimori como tarea central.

No podemos dejar de señalar las contradicciones e inconsistencias de la CVR cuando aborda el terrorismo de izquierda. Si bien la CVR señala a SL como el iniciador del conflicto, lo hace justificando subliminalmente su revolución armada al afirmar que las condiciones de pobreza y marginación existentes en el Perú ya no podían tolerarse. Luego, tras reconocer que toda la izquierda en su conjunto pregonó la guerra popular, enseguida pretende separar al PCP-SL y mostrarlo como un grupo aislado y diferente de la izquierda, cuando lo cierto es que SL llevó a los hechos el discurso de toda la izquierda. Reconoce la CVR que al inicio la izquierda mostró su apoyo al accionar de SL -y especialmente al MRTA- pero lo cierto es que gran parte de la izquierda peruana mostró su simpatía con el terror hasta el final. Más adelante la CVR santifica a la izquierda y pretende mostrar a la militancia de izquierda como ejemplo de heroísmo en la contención del terrorismo. Luego elogia a las ONGs de DDHH como nobles actores que mitigaron el sufrimiento de las víctimas. En suma, la izquierda y las ONGs resultan siendo, según la visión de la CVR, los únicos buenos elementos en toda esta trágica historia. Los demás serán señalados como partes siniestras y hasta terroristas, principalmente el Estado, las FFAA y la policía. La CVR abomina de prácticamente de todos: los partidos democráticos, los gobiernos democráticos, la Iglesia Católica y hasta del mismo pueblo peruano que es condenado por su indiferencia y discriminación al hombre andino. Esta es la antojadiza versión que la CVR nos quiere contar.

En realidad, la CVR es el mayor intento de manipulación de la verdad histórica jamás montada en el Perú. Es necesario decirlo clara y abiertamente. No podemos pensar de otro modo debido a que la verdad en el Perú siempre fue pública. Otra razón evidente es que la CVR fue montada por la izquierda caviar vinculada a las ONGs para hacer grandes negociados. Todo lo que se puede observar finalmente en concreto son estos dos objetivos: el gran negociado de las ONGs y el cambio de la historia por una "verdad oficial". El Informe Final de la CVR contiene los elementos de la desinformación necesarios para convertir a los malos en buenos y a los buenos en malos. Así fue como al final terminaron mostrando al Estado peruano, a las FFAA y Alberto Fujimori como los malos de la película. El resumen de dicho informe, llamado "Conclusiones Generales" es una colección de verdades de perogrullo, ampliamente conocidas por todos, junto a frases líricas y hasta ridículas. Pero contiene además afirmaciones tendenciosas llenas de subjetividad engañosa. Ese resumen, innecesariamente abultado, muestra algo que al menos resulta insólito: casi todos fueron malos, incluyendo a la Iglesia Católica, pero principalmente Alberto Fujimori quien acaba siendo el peor diablo de la historia. Esto, desde luego, no es la impresión mayoritaria del pueblo peruano. Muchos se han limitado a leer apenas las Conclusiones Generales y ponderan el informe final en su conjunto, pero esto es un grave error. La misión de la CVR se condensa en la explicación de las causas del conflicto armado. Allí es donde está el kid del asunto.

Mientras que SL es responsabilizado por haber iniciado el "conflicto armado", la CVR afirma que las últimas causas fueron la pobreza, la miseria y las condiciones de marginación, lo cual convierte a los senderistas en nobles revolucionarios que buscaban un cambio radical por la justicia social, haciendo eco del clamor de toda la izquierda peruana. Ese es en el fondo el mensaje con que se pretende redimir a la izquierda. Es por ello que los únicos chicos buenos de toda la historia de la CVR son los partidos de izquierda  y las ONGs. En su resumen, la CVR se desata en elogios hacia la izquierda afirmando que "IU fue un canal de representación política de amplios sectores populares y movimientos sociales hasta entonces no incluidos en la agenda nacional". Y además asegura que los "militantes de izquierda fueron un freno para el avance del PCP-SL". En pocas palabras, el Perú tiene que estar agradecido con la izquierda peruana que se pasó 20 años predicando y anunciando la guerra popular, la lucha armada y la conquista del poder por la violencia revolucionaria y que luego se enfrentaron a quienes llevaron a la práctica ese discurso. ¿Esa es la verdad que debemos contarle a la juventud?

La CVR fue creada prácticamente en el primer acto del gobierno transitorio, provisional y precario de Valentín Paniagua, directamente por su ministro de Justicia Diego García-Sayán, quien resultó siendo el principal interesado en el negocio, y quien redactó la Resolución Suprema de su creación sin consultar con nadie. Así fue como se montó de forma apresurada e inconsulta el gran negociado caviar de la CVR por parte de un gobierno efímero que carecía de legitimidad, y cuya única función era convocar a elecciones. Para entender mejor las motivaciones, debemos mencionar que Diego García-Sayán es propietario de la ONG conocida como "Comisión Andina de Juristas" y que tiene precisamente entre sus funciones la de investigar asuntos de derechos humanos y dar lineamientos a los Estados en esta materia, además de tener una amplia red de contactos con instituciones jurídicas de la región. También comisionados como Carlos Tapia y Enrique Bernales, entre otros, son propietarios de ONGs. De manera pues que ya desde allí había un clarísimo conflicto de intereses por parte del principal promotor de la CVR y algunos de los comisionados designados. No en vano, poco después del trabajito de la CVR, Diego García-Sayán sería nombrado presidente de la Corte Interamericana de DDHH. Pero, desde luego, tal vez sea mera coincidencia.

En la práctica, la CVR fue un gran "faenón" de las ONGs de DDHH y de una afortunada argolla progresista perteneciente a la PUCP. Los comisionados resultaron ser, en su mayoría, las viejas glorias de la izquierda setentera, algunos incluso involucrados en violencia política y cercanos al entorno académico de Abimael Guzmán, además de prolíficos escritores del fenómeno senderista. La CVR se constituyó al caballazo, sorprendiendo a toda la clase política y aun contra la opinión generalizada de la sociedad, especialmente de la sociedad ayacuchana, una de las principales afectadas por la violencia, quienes se manifestaron en contra de la conformación de la CVR y de los miembros designados a dedo por García-Sayán, pues ya los conocían debido a su pasado en la UNSCH y porque desconfiaban de las ONGs de DDHH. Sin duda alguna, la CVR nació ilegítima, pues no contó con el consenso político ni la aceptación mayoritaria de la nación. El cándido Alejandro Toledo, adicto a las poses de patricio, no fue capaz de detener el desaguisado zurdo. Al contrario, fiel a su estilo meloso le agregó el dulce y candoroso rótulo de "reconciliación". Luego fue quien posó para la foto con gesto de prócer cuando recibió los 9 tomos de manos de Salomón Lerner. Nadie puede negar que la CVR fue cuestionada desde su origen, tanto por su insólita misión como por la filiación de la mayoría de sus integrantes. Si añadimos el ejército de izquierdistas militantes que conformaron los equipos de trabajo, tenemos razones de sobra para desconfiar de ese trabajo. Desconfianza que se ratifica al leer el informe.

Más allá de la telenovela de las audiencias públicas donde se manipuló con descaro el drama y la tragedia de campesinas especialmente llevadas al escenario, los inútiles 17 mil testimonios que no se pudieron procesar, la escandalosa ceremonia final en la plaza de armas de Ayacucho y el farragoso recuento de hechos públicos plasmados en las "Conclusiones Finales", con que la gran mayoría se conforma, el trabajo de la CVR dejó mucho que desear, especialmente en la explicación de las causas del "conflicto armado", que fue el encargo específico que se le dio. El resto fue cosecha de las ONGs. Para la izquierda se trata de un "documento fundamental", una verdad que debe enseñarse en las escuelas y universidades. Sin duda no están refiriéndose a las "Conclusiones Finales". No en vano la izquierda está tan interesada en promover el informe de su CVR. Lo que pretenden es consolidar el pensamiento marxista que la izquierda peruana estuvo pregonando a lo largo de gran parte del siglo pasado. El informe en sus capítulos centrales aplica la visión marxista a la realidad peruana, es decir, la misma que produjo la violencia terrorista en los 80. Es obvio que al enseñar esa visión estaríamos sembrando la misma semilla que regó la URSS por todo Latinoamérica con su literatura marxista y que floreció como hongos en la forma de grupos armados subversivos. En esta ocasión la literatura marxista iría por cuenta del ingenuo Estado peruano. 

Bajo esta visión fueron las condiciones de pobreza y marginación las que crearon la violencia revolucionaria. Visto así una revolución era una consecuencia completamente natural, lógica y necesaria. Su carácter terrorista es meramente accesorio y accidental. En tal sentido, la CVR no califica de terrorista al PCP-SL sino que los trata como partido político cuyo accionar alcanzó característica terroristas. Los promotores de la CVR ratifican este mismo concepto afirmando que la violencia fue útil porque "nos reveló que existen brechas en nuestra sociedad". ¿Es que acaso necesitábamos de la violencia para descubrir esto? ¿Acaso ya no lo señala el mismo José Carlos Mariátegui y tantos otros estudiosos de la realidad peruana a lo largo del siglo XX? Lamentablemente gran parte de nuestra izquierda fue formada con el enfoque marxista de la historia y todavía repiten de memoria estas visiones caducas y estos clichés de folletín. Es cierto que la realidad peruana tiene sectores humanos diversos en todo aspecto, principalmente étnico y cultural, y que comparten una geografía indomable y variada, todo lo cual les confiere modos de existencia particulares. También es cierto que el Perú no ha logrado consolidarse como República y carece de instituciones básicas. Pero todo eso no justifica ni apoya la visión marxista de la historia y la teoría de la dominación de clases en función de la propiedad de los medios de producción. Sin embargo la izquierda actual aun repite esas tesis, justificando la violencia por la pobreza, y asegurando que esta es consecuencia de un "sistema económico perverso". Una perspectiva pobre y limitada que reposa en el basurero de la historia, pero que sigue siendo utilizada como fundamento en el raciocinio de los sectores de izquierda.

Además del enfoque anacrónico, la CVR nos presenta las lineas maestras del pensamiento progresista, tan característico por su cucufatería social. Hasta su lenguaje amanerado hace gala de "inclusión social" refiriéndose siempre a los "peruanos y peruanas". En su sexta conclusión hace una afirmación sorprendente: "La CVR ha podido apreciar que, conjuntamente con las brechas socioeconómicas, el proceso de violencia puso de manifiesto la gravedad de las desigualdades de índole étnico-cultural que aún prevalecen en el país". Resulta entonces que debemos agradecer ese proceso. Si no hubiera sido por la violencia terrorista de la izquierda, jamás hubiéramos descubierto nuestra realidad. Es que somos tan tontos. La ex comisionada Sofía Macher asegura también que "el conflicto evidenció grandes brechas en la sociedad peruana". ¿Debemos agradecérselo a SL? Luego añade que hay algunos avances en el país pero que los problemas estructurales del racismo y discriminación siguen presentes, que no ha cambiado la relación del Estado con la sociedad. ¿Será necesario un poco más de violencia? La verdad no entiendo este razonamiento. Es obvio que las sociedades tienen diferencias y brechas. No han descubierto nada y nada va a cambiar porque lo digan. La existencia humana en tanto realidad colectiva sociocultural no se transforma por la indignación progresista ni por las políticas de un Estado, aunque se trate de un Estado totalitario e invasivo de la vida social como lo fueron los estados comunistas del siglo pasado. La realidad social de los países pluriculturales, especialmente de las repúblicas modernas conformadas por migraciones variadas que se sumaron a comunidades originarias, es esencialmente diversa y muchas veces llena de conflictos interculturales. Esa es la característica fundamental de la existencia humana. En suma, la realidad social no es homogénea y no tiene que serlo para agradar a nadie. Los progresistas tendrán que seguir sufriendo por muchos siglos más. Las políticas de Estado no sirven para transformar la realidad humana, tal como ya ha sido demostrado infinidad de veces. Pero si hay algo típico de la estupidez de izquierda es su limitación para entender la realidad y aprender de la experiencia. La fantasía de la reingeniería social todavía está presente en estas mentalidades izquierdistas ancladas en la era soviética. Todavía sueñan con cuentos infantiles como la "conciencia social", el "nuevo hombre" y la "construcción de la ciudadanía".

Paralelamente el informe de la CVR ha servido para que la izquierda inicie la construcción de mitos alrededor de la violencia, empezando por la inexplicable cifra de muertos ofrecida por la CVR: 69,280. Ni uno más, ni uno menos. Una cifra cuestionada por todos. Además nos aseguran que Sendero Luminoso tan solo sería responsable del 54% de las víctimas. Debe ser porque la CVR solo se interesó en buscar a las víctimas de las FFAA y PN, como lo han afirmado varios testigos ayacuchanos y huantinos. Sabido es que en Ayacucho corrió la voz de que aquellos que denuncien a los militares recibirán las prometidas "reparaciones". No nos extrañe pues que las víctimas de Sendero Luminoso registradas por la CVR resulten inferiores a la verdad.

Pero la mitología de la violencia se ha agravado como una enfermedad. Ahora escucho en la radio decir a los progresistas oenegientos de los DDHH que en el cuartel Los Cabitos de Ayacucho se torturaron e incineraron a miles de campesinos. Están solicitando formalmente que ese cuartel sea convertido en "Santuario Nacional de la Memoria" para recordar a las víctimas de las FFAA. APRODEH, la ONG que fue vinculada al MRTA, ya ha iniciado formalmente las gestiones para tal efecto ante el Ministerio de Justicia, y es muy probable que, con la clase de autoridades que hoy tenemos, se les de ese gusto, tal como le aprobaron el mamarracho de la memoria.

Lo que la izquierda pretende es llenarnos con cursilería progresista. Conocemos sus manías de expresión artística y simbólica. Pretenden establecer hitos que rememoren el "terrorismo de Estado", que es el único que les interesa mostrar. Esa huachafería delirante que es el "Museo de la Memoria" y que en un alarde de imaginación y gusto progresista ha pasado a llamarse "Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social" debe ser vista con mucho cuidado. Que no se repita el cuento de la CVR. Solo el nombrecito ya causa risa. Probablemente el lugar será utilizado por la izquierda para manipular las mentes a través de su parafernalia simbólica, artística y retórica, con el objetivo oculto de ensalzar el período de violencia terrorista como un un proceso tanático que el país tenía que vivir para purificarse y reconocer sus falencias y brechas sociales. Se trata de rendir culto a la violencia porque nos descubrió nuestra verdad y de paso para señalar al Estado como el verdadero y mayor violador de los DDHH, y en especial, para sindicar a Fujimori como el peor terrorista de la historia. De hecho la propia CVR habla de "las violaciones masivas de los derechos humanos" por parte de las FFAA. En su conclusión 55 se lee claramente:

"La CVR afirma que en ciertos lugares y momentos del conflicto la actuación de miembros de las fuerzas armadas no sólo involucró algunos excesos individuales de oficiales o personal de tropa, sino también prácticas generalizadas y/o sistemáticas de violaciones de los derechos humanos, que constituyen crímenes de lesa humanidad así como transgresiones de normas del Derecho Internacional Humanitario".

Lo que se quiere dejar bien sentado es que hubo terrorismo de Estado y que la vorágine de violencia vivida no se le puede achacar solo a Sendero Luminoso y al MRTA. La CVR se ha ocupado de establecer, con una insistencia que excede lo prudente, que hubo un "Conflicto Armado Interno" con dos frentes beligerantes iguales y que, por tanto, es menester aplicar el Derecho Humanitario Internacional.. Lo que no dice pero se colige es que cabría tratar a los presos como "prisioneros de guerra". ¿Si no para qué apelar al DIH? Ese es el peligroso enfoque empleado por la CVR, practicando un riesgoso equilibrismo retórico y un abuso del lenguaje y los términos.

Lo que resulta más descollante y escandaloso en toda esta trágica historia es que la izquierda no reconozca culpa alguna, pese a que se pasaron 30 años predicando la lucha armada, pregonando la guerra popular del campo a la ciudad y repitiendo el cliché senderista de que "salvo el poder, todo es ilusión", frase que se podía leer en varias paredes de San Marcos en los años 70, lo mismo que "el poder nace del fusil". ¿O es que todos lo han olvidado? Esto es algo que debemos recordarle a la izquierda. Ojalá existieran fotos de todos los muros de San Marcos y otras universidades convertidas por los años 70 en manicomios del marxismo, repleto de zombies desesperados por salir a comerle el cerebro a la oligarquía. Todos estos enajenados mentales de la izquierda marxista del ayer, sin excepción, pertenecieron a una generación que vivía predicando la violencia política e incluso practicándola. El propio comisionado de la verdad y la reconciliación, Carlos Tapia, fue un guerrillero del MIR y asesino confeso y orgulloso de policías. Esa fue la delirante y violentista izquierda peruana que dio origen a Sendero Luminoso y al MRTA, y que finalmente acabó en la CVR. Y ahora vienen a contarnos el cuento de que fue la pobreza la culpable de la violencia. ¡Qué tal desfachatez!

Ciertamente la CVR hace este reconocimiento preliminar en su conclusión 107:

107. La CVR ha constatado que, durante la década de 1970, la mayor parte de las organizaciones que luego conformarían IU compartieron con diversos matices un discurso y una estrategia que privilegiaba la toma del poder por la vía de la lucha armada. En el contexto de grandes movilizaciones sociales y apertura democrática de fines de los años 70, algunas de estas organizaciones iniciaron un viraje que las llevó a valorar positivamente la vía electoral y la democracia representativa.

¡Falso! Lo que hizo la izquierda, tal como consta en numerosos documentos de la época, fue INFILTRAR lo que consideraban "el Estado caduco" mediante la "democracia electorera para seguirle el juego a la burguesía". En buena cuenta los miembros de izquierda que formaron parte del Congreso en los 80 fueron INFILTRADOS, cuya misión principal era socavar los cimientos del Estado desde adentro. Así lo reconoce, entre otros, el eterno congresista de izquierda Javier Diez Canseco, en varios documentos que recogen sus discursos y entrevistas. En otras palabras, la "izquierda electorera" jugaba el mismo juego de la otra izquierda pero desde dentro del "Estado burgués caduco". La "izquierda electorera" que formó parte del juego democrático constituyó en buena cuenta la "quinta columna" del senderismo ya que su principal misión fue obstaculizar y cuestionar la labor de las FFAA en la lucha contrasubversiva, así como toda legislación antiterrorista.

Lo curioso es que pese a reconocimientos claros del accionar pro terrorista de la izquierda, al final no se le condena sino que se le redime. Leamos esta conclusión:

108. La CVR hace notar, sin embargo, que un deslinde ideológico insuficiente y en muchos casos tardío colocó a la mayoría de los partidos miembros de IU en una situación ambigua frente a las acciones del PCP-SL y más aún del MRTA.

Se resalta correctamente las claras  cercanías de muchos grupos de izquierda, como el PUM de Javier Diez Canseco, con el MRTA, el cual era visto como una alternativa eficaz de la lucha armada preconizada por la izquierda y que se ubicaba correctamente en medio, entre el accionar del PCP-SL y el de las FFAA que agredían a los comuneros. La estrategia del MRTA era similar a las FARC: conseguir mayor contacto con el pueblo campesino incorporándolos a la lucha armada. Esa era la estrategia admitida por la mayoría de la izquierda y particularmente por el PUM de Javier Diez Canseco. Vease nuestro informe sobre él, donde se resalta que su participación en el Congreso era de infiltrado.

Al respecto la CVR hace este reconocimiento sutil: "sectores de la izquierda entendieron su participación en el parlamento y en los municipios como una tribuna de agitación y propaganda para demostrar las limitaciones de las instituciones demo-burguesas". 

Así pues hay aun mucho pan que rebanar en la historia de la violencia política vivida por el Perú a manos de dos grupos terroristas de la izquierda y con a anuencia y complicidad del resto de la izquierda peruana. Eso no lo vamos a acallar ni a disimular. Si la izquierda pretende cambiar la historia no va a ser mediante la imposición de ese tendencioso informe de la CVR. Seguiremos presentando la lucha para señalar a los verdaderos terroristas y a los reales culpables del baño de sangre vivido por los peruanos. No vamos a permitir que quienes libraron la batalla para derrotar a la subversión criminal de la izquierda sean ahora señalados como terroristas. Eso jamás ocurrirá.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Simón Bolívar desmitificado



La historia es el primer psicosocial de todo país. Su misión es precisamente construir un país. Y esto no se puede hacer sin alterar las visiones del pasado para explicar el presente de una manera que convenga al proyecto país. La historia es siempre convertida en una preciosa novela donde discurren el amor por la patria y los más excelsos ideales junto a una conducta ética llena de heroísmo a cargo de personajes intachables que persiguen sueños idílicos a favor de los pueblos. Este es el guión que se repite en todas las historias oficiales construidas especialmente para engatuzar a los pueblos y llenarlos de ídolos. La historia de Bolívar es una de las más manoseadas de Latinoamérica y hoy, gracias a la fiebre del chavismo, Bolívar está cerca de ser convertido en Dios padre y el propio Hugo Chávez en el dios hijo. Solo falta que declaren a Maduro como el espíritu santo.

Es imprescindible quitarle a la historia toda su farsa y ver a los personajes en su verdadera dimensión humana y simple. Nada es mejor que comprender realmente cómo surgieron nuestros países, en qué argumentos se basaron los llamados "libertadores", qué hechos concretos motivaron la supuesta "ansiada independencia". ¿Fue este un proceso natural, artificial o casual? ¿Hubo condiciones reales que las justificaron o hubo más bien condiciones que fueron aprovechadas por aventureros? ¿Vivía el pueblo en condiciones inaceptables de sufrimiento y decadencia como las que impulsaron al pueblo francés? ¿Hubo alguna nueva política específica de la metrópoli que acabó por exacerbar a los criollos, como fue el caso norteamericano? ¿Fue el pueblo quien protagonizó una gesta colectiva reclamando una vida mejor? Creo que bastaría con mencionar este hecho: en Lima se realizaron colectas públicas para ayudar a la Corona Española frente a la amenaza de Napoleón. Así que nadie puede decir que los sudamericanos estaban ansiosos de libertad e independencia. Lo cierto es que esta llegó a mano forzada. Hubo, desde luego, algunos episodios de conflictos de interés muy focalizados, pero que luego fueron grotescamente magnificados y tergiversados por los historiadores, y presentados como "precursores de la independencia", como es el caso de Túpac Amaru, Mateo Pumacahua y muchos otros. La depuración de la Historia y su sinceramiento, es una tarea pendiente en Latinoamérica. Para ser exactos, en Sudamérica no hubo dos sino hasta cuatro procesos diferentes. El del norte liderado por Bolívar, el del sur dirigido por San Martín, el de Argentina y el de Perú, que fueron procesos muy particulares. La campaña del norte fue diametralmente opuesta en todos los sentidos a la del sur, ambos perseguían objetivos diferentes y solo en un punto coincidían: la derrota de los españoles. Bolívar y San Martín no tenían absolutamente nada en común. El primero era un idealista y aventurero disfrazado de General; el segundo, un soldado cumpliendo una misión a pedido de su Gobierno. Por una de esas coincidencias de la vida, ambos convergieron en el mismo punto, pero cada uno tenía su propia historia, sus propias razones y motivaciones personales, y nunca se entendieron.

Analicemos a los libertadores sin el aura mística que los envuelve, olvidemos por un momento la visión apasionada y delirante con que sus biógrafos han forjado la imagen que hoy tienen, atizada por el interés de los nuevos estados. ¿Quién fue Bolívar? Al estudiar a Bolívar, lo primero que descubrimos es que la mayor parte de sus biografías son un gran psicosocial. Son novelas perfectas, bellamente concebidas. Así que debemos tener mucho cuidado con las biografías de Bolívar. Este personaje nace en el seno de una familia adinerada. Es un hacendado que tiene la suerte de poder vivir sin hacer nada y se dedica a viajar por Europa y llevar una vida cortesana jugando en los jardines reales de Madrid, incluso con el mismo Fernando VII. Es posible que haya sido así, pues la vida tiene estos caprichos y paradojas, pero también puede tratarse de un embuste fabricado por sus biógrafos. Estoy convencido de que la mitad de la historia alrededor de Bolívar es pura ficción. Algunos han añadido incluso que, en uno de esos juegos cortesanos, Bolívar le habría infligido a Fernando VII una herida en la frente “como un anticipo de lo que años más tarde le arrebataría”, dice el novelista-biógrafo. Pero hay que tomar con cuidado este tipo de historias. Entre tanto su instrucción estaba a cargo de uno de los mejores maestros que el dinero podía pagar: Simón Rodríguez, de quien dicen que lo introdujo en los ideales de los filósofos humanistas. (Se supone que debemos considerar esto como algo muy positivo). Aseguran también que se dio el lujo de tener a Andrés Bello como maestro. Considerando los gustos que se daba Bolívar, no es imposible. En realidad no hay nada interesante que decir de Bolívar hasta el día en que regresa a Venezuela con el propósito de inmiscuirse en las actividades revolucionarias. Tenía apenas 23 años. ¿Qué lo indujo a tomar esta repentina decisión? Trataremos de entenderlo. Pero antes, no podemos perdernos aquel instante preciso en que, según sus biógrafos-novelistas, Bolívar toma la determinación. Este episodio casi cinematográfico que los historiadores han fabricado describe a Bolívar en el Monte Sacro contemplando Roma desde lo alto. Transcribo literalmente la escena cinematográfica porque no creo poder superar semejante descripción.
"Cierta tarde, hallándose en el Monte Sacro, el romántico poder del crepúsculo lo dominó. El día había sido caluroso. El sol se resistía a desaparecer y enrojecía el cielo. Agitado por la marcha, jadeante, sudoroso por la ascensión a la colina, contemplaba el panorama bello y con matices de viejo grabado. Simón Rodríguez se sentó en una piedra –resto de una columna, destrozada por el tiempo, en su romántico recuerdo-, Bolívar en pie, como un héroe de leyenda, dando ya el primer burilazo en su legendaria estampa, todavía anhelante por el esfuerzo, juró ante la majestuosa ara del horizonte incendiado por el sol: “Juro por el sol de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”.[1]
Apenas hacían dos semanas que acababa de cumplir los 22 años. ¿Qué bicho picó a Bolívar? ¿De dónde sacó la idea de que él podía liberar a toda Sudamérica cuando nunca había visto de cerca una batalla, más aun, ni siquiera de lejos? ¿Lo pensó realmente? ¿Lo juró? ¿Hasta dónde puede ser cierta esta escena? Debemos llegar a entender las verdaderas motivaciones de Bolívar. ¿Acaso estaba cansado de la vida que llevaba? Hasta entonces no había hecho más que gastar dinero, viajar, ser huésped de las mejores familias. Se había enamorado perdidamente de una joven a quién desposó y llevó a Venezuela cargado de ilusiones, pero por desgracia la joven cayó enferma y murió a causa de la fiebre amarilla cuando apenas tenían seis meses de casados. Al parecer, murió embarazada. Bolívar volvió a Europa profundamente perturbado e inició otra gira intensa de ciudad en ciudad, y ese trajín agotador aparentemente acabó, de algún modo, en el Monte Sacro. ¿Porqué una persona decide cambiar repentinamente todo el rumbo de su vida? Por supuesto, estamos asumiendo que la vida de Bolívar hasta entonces tenía un rumbo. ¿Lo tenía? Es evidente que no. Mejor sería decir que de pronto Bolívar decidió darle un rumbo a su vida, un sentido que no tenía. Había contemplado la coronación de Napoleón como nuevo emperador de Francia y esto, quizá, lo llenó de envidia y sembró en su joven corazón una semilla de idolatría personal que años después lo llevaría a tratar de coronarse, de alguna forma, Libertador de Sudamérica, apaciguando su vanidad desmedida con algunas ideas prestadas del ideario humanista en boga. Olía la desintegración de la monarquía española. España estaba preocupada por sí misma y los asuntos de ultramar habían pasado a un segundo plano, Inglaterra y Francia tenían cercada a España y más tarde Fernando VII sería obligado a abdicar. Era el momento más oportuno para desvincularse de España. 

Además Bolívar ya había escuchado a Francisco de Miranda, ese fanático conspirador e idealista obsesivo quien fue el verdadero publicista de la tesis de la independencia sudamericana y la formación de un macro Estado, copiando el modelo norteamericano. Pero creo que había algo más. Probablemente Bolívar estaba ya cansado de Europa, de ser un turista permanente, un desarraigado, y quería volver. ¿Pero qué iba a hacer en Venezuela? Nadie lo esperaba. La idea de dedicarse a la hacienda nunca le había atraído. No tenía esposa ni hijos, ni siquiera padres, no tenía porqué luchar en la vida. ¡Ni siquiera tenía que luchar pues ya era rico! Luchar por algo tan grande como la independencia de Sudamérica sin duda le otorgaba un sentido a su errante existencia. Un gran sentido, pero ¿qué clase de sentido? ¿Acaso era un sentido puramente idealista? ¿Era Bolívar un idealista innato? ¿Amaba tanto a Sudamérica como para arriesgar toda su cómoda existencia por un territorio que ni siquiera conocía? ¿Tenía ya una idea precisa del proyecto político que deseaba emprender, aquel el de la Patria Continental? ¿Era, en verdad, un proyecto político? Nada de esto es cierto. Sabemos que Bolívar no tuvo intereses comerciales que defender, no se sentía directamente afectado por la política de España, de manera pues que no tenía nada que ganar de una independencia de Venezuela, y mucho menos de Sudamérica. Tampoco tenía nada que ganar, salvo la gloria, en caso triunfe, por supuesto, lo cual, dada la coyuntura política de España, parecía sumamente factible. Pero esto era un idealismo puro y una fantasía alucinada.

Hasta entonces las revoluciones habían surgido estrictamente por intereses comerciales. Nunca existió una revolución guiada por ideales. La olla de presión popular solo se calentaba con tributos, jamás con ideales, y la fuerza de su expansión surgía desde adentro. Lo único que hacían los idealistas era aprovechar esa energía para guiarla por un rumbo inesperado, barnizarla de idealismo, pero nunca fueron capaces de generar esa energía. ¿Sabía esto Bolívar? Lo que parece quedar cada vez más en evidencia es que tuvo un interés personal muy íntimo en su decisión. En aquel momento especial, y desde la perspectiva poética que le ofrecía el Monte Sacro a un joven que acababa de cumplir 22 años de vida fácil y cómoda, sin duda era una empresa que parecía simple, al menos mucho más simple que aquellas emprendidas por Napoleón. España debilitada, Sudamérica llena de focos rebeldes, Miranda asegurando el apoyo británico. ¿Qué faltaba? Lo único que faltaba era un guía, un líder. ¿Su ego y vanidad le susurraron algo? Quién sabe. Pero esa parecía ser una buena razón para volver y también para vivir ¿Porqué no intentarlo? Después de todo qué podía perder, excepto la vida. Aunque esa era también una buena razón para perderla. No obstante, las personalidades como la de Bolívar nunca prevén la posibilidad de la muerte; diríase que hasta se sienten inmortales. Lo cierto es que a la luz que nos arrojan los hechos no encontramos motivos válidos para que Bolívar emprendiera una empresa tan arriesgada e inútil como la emancipación de Sudamérica; de una tierra que ni siquiera conocía pues hasta entonces solo se había interesado por Europa y la vida fácil. Lo más grande que había vivido Bolívar era la coronación de Napoleón. Ese acontecimiento sin duda lo ligó con el personaje y en sus actos posteriores no podemos dejar de notar las similitudes: al igual que Napoleón, Bolívar emprendió conquistas, creó repúblicas y dio constituciones pretendiendo un macro Estado. Hasta en la baja estatura se asemejaban. Pero Bolívar no era ni militar ni ideólogo y no estaba al servicio de ningún gobierno. No tenía razones para estar en donde estuvo ni para hacer lo que hizo. Se metió por voluntad propia. No queda ninguna duda de que Bolívar solo estuvo jugando a ser Napoleón, consciente o inconscientemente, buscando una razón para su propia existencia.

A diferencia del proceso ocurrido en Norteamérica, acá no hubo negocios de por medio y nadie llamó a Bolívar ni le pidió que se hiciera cargo del asunto. Sudamérica era un vasto territorio desarticulado, con centros de poder muy aislados, desconectados entre sí y en franca competencia. Difícilmente a una persona inteligente podía habérsele ocurrido que era posible formar una unión continental en semejante geografía natural y política. Claro que Bolívar era un hombre inteligente, astuto, pero también era -ya qué duda cabe- un idealista delirante y egocéntrico. La única duda es si aquel idealismo se orientaba hacia la gloria personal o hacia la Patria Continental como legado histórico. ¿Qué podría haber motivado a aquella gente simple y práctica de los plácidos confines coloniales sudamericanos a formar una unión continental? Absolutamente nada. Más bien parece tratarse de un caso en el que el ego opacó el sentido común. ¿Qué otra razón podía haber guiado a Bolívar a semejante proyecto? La idea, está claro, la obtuvo de Miranda y caló en su pensamiento. España estaba en franca decadencia y, tarde o temprano, sus colonias serían libres por sí solas, o presas de otras potencias, y en especial de Francia y la Gran Bretaña. Bien valía la pena intentar el proyecto de Miranda. Después de todo, la vida de Bolívar solo parecía ser una gran aventura permanente. Podríamos decir sin temor que Sudamérica sufrió la violación de un aventurero, que se aprovechó de una circunstancia histórica para hacerse hombre y llegar a la gloria. Todo lo que se dijo después en cada país libertado, solo trata de cubrir aquella vergüenza. Sudamérica ocultó su humillación con una cómoda y oportuna disculpa, como las que inventan las familias para disimular el embarazo de la hija adolescente y soltera: se trata de un gran hombre.


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[1] Campos, Jorge; “Bolívar”; Salvat; Barcelona; 1986