domingo, 19 de junio de 2022

Los argumentos del progresismo

 

Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Los argumentos de izquierda agotan. No solo porque son siempre los mismos sino porque son tan burdos que da flojera responder. Pero haremos un esfuerzo educativo para aclararles el cerebro. Veamos los cuentos de izquierda que siempre se leen como comentarios en cualquier artículo progresista. 

Digamos primero que la izquierda está hecha de gente que vive eludiendo la responsabilidad. La base de su raciocinio es el clásico argumento conspiranoico que culpa al "sistema" de todos los males de la sociedad: los abusos, la desigualdad, el racismo, la usura, le envidia, los celos y hasta los juanetes. Es decir, todos los males que carga la humanidad desde que apareció en este planeta, y que la historia registra desde antes de la aparición del capitalismo, son achacados por nuestros ingeniosos progres al "sistema", "el sistema neoliberal", el Satanás que debe combatirse con agua bendita socialista para que todo sea felicidad.

El primer error infantil del progresismo es confundir la naturaleza humana con el capitalismo. El capitalismo no creó el afán de lucro, el egoísmo, el deseo de superación, la ambición, la especulación, el riesgo, la usura, etc. Nada de eso es una creación del capitalismo sino todo lo contrario: el capitalismo es consecuencia de todos esos rasgos naturales de la humanidad, que son además los que han permitido el progreso, junto con otros componentes, claro está, entre los que se debe mencionar la libertad en primer lugar. El segundo error es anular todas estas características humanas creyendo que así se combate el capitalismo. Hacerlo no es combatir el capitalismo sino al mismo ser humano, y es precisamente lo primero que hacen los regímenes socialistas en aras de una sociedad utópica, donde no exista lo que llaman equivocadamente "lastres del capitalismo". Lo único que genera el socialismo es una sociedad castrada, sometida, anulada en sus virtudes y fortalezas, convertida en un corral de borregos sin iniciativa ni esperanzas ni ambiciones ni sueños, resignada a vivir alimentada por la mano de un tirano, como ocurre en Cuba y terminará ocurriendo en Venezuela, y ocurre cada vez más en la Argentina kirchnerista.

Sin embargo, otro error del progresismo es esquivar las culpas. Después de todo, son campeones esquivando responsabilidades. Siempre salen con cosas como "nunca hubo verdadero comunismo" o "nunca gobernó la izquierda". También afirman que el fracaso cubano es culpa del bloqueo norteamericano y que la crisis de Venezuela es un complot de la derecha, y dijeron lo mismo en los días en que Allende destrozaba Chile con sus experimentos comunistas. No, la izquierda nunca se equivoca, nunca han fracaso, jamás gobernó. Y lo mismo dicen en el Perú: la izquierda nunca gobernó. Bueno, aparte de esquivar culpas, esto es la tradicional ignorancia que suele ser parte del progresismo. No solo ya olvidaron quién es Abimael Guzmán sino que ignoran a Velasco Alvarado.

Así como muchos progres sostienen que el actual modelo es el implantado por Alberto Fujimori en los 90, y que nos ha permitido reducir la pobreza del 60% al 22% ampliando la clase media y mejorando el nivel de vida de millones, aun en los Andes, donde por fin hay un sector agrícola exportador, también podemos decir que el Perú sucumbió al modelo implantado por Velasco en los 70, con la funesta asesoría de connotados ideólogos marxistas, quienes montaron las tesis del socialismo eliminando y mellando la propiedad y la libertad. De modo que nadie puede decir que la izquierda no gobernó. No lo hicieron a través de un partido como el chavismo, pero implantaron casi todas las recetas del chavismo con el velascato, al punto que Hugo Chávez las aprendió acá en esos días. El chavismo no es más que un velasquismo del siglo XXI.

Pero lo más nefasto de la izquierda en el Perú es que mucho de ese modelo de los 70 sigue en pie. No todo se pudo revertir o no se quiso revertir. Además, hay cosas irreversibles, como la deuda agraria y los líos de propiedad de la industria azucarera, que nunca volverá a alcanzar el esplendor que tuvo en los años 60. También queda una mentalidad absurda en contra de la privatización de bienes y servicios que el Estado maneja y brinda en pésimas condiciones, apelando al discurso que el velascato impuso como dogma: el nacionalismo, los sectores estratégicos, garantizar la alimentación, y varias otras panfletadas por el estilo que los tontos repiten como loros, sin conciencia de la idiotez que dicen.

De modo que ese estribillo cansado del progresismo de que la derecha siempre gobernó es inexacto. Acá la derecha nunca ha tenido huevos para ir en contra del pensamiento políticamente correcto impuesto por el progresismo y la caviarada. ¿No están allí los mamarrachos ministeriales de cultura y del ambiente? ¿No les dieron gusto con el bodrio del Ministerio de la Mujer? Y eso lo hizo Fujimori. ¿Acaso no les dieron gusto para formar su circo de la Comisión de la Verdad para lavarle la cara a la izquierda violentista setentera, precursora del terrorismo? ¿No tienen ahora ese mamarracho ridículo del Museo de la Memoria, Tolerancia y de la Inclusión Social? No pudieron ponerle un nombrecito más huachafo. ¿No les dieron gusto eliminando la Ley Pulpín por una pataleta de niño malcriado?

De manera que no me vengan con ese cuento de que la derecha siempre gobernó y que la izquierda nunca gobernó. Ese discursito es solo para tontines que acaban de abrir los ojos y no han aprendido nada de la vida, pero ya creen que pueden dar cátedra cacareando consignas con el puño en alto. La izquierda siempre ha estado presente como un lastre de la política. Tienen peso en los medios donde los caviares abunda en columnas sobrevaluadas. Detrás de su disfraz de defensores de causas nobles y justas, influyen en las políticas públicas y en las promesas electorales. Llegamos al colmo en que todo el mundo se declara de izquierda y acaban infectando sus planchas y listas con especímenes rojos, como si fueran condimento del sancochado electoral. Lo que sobra en este país es gentita de izquierda. Lo que nos falta es gente que tenga los cojones para declararse de derecha y pensar como liberal. Así que cuando alguien me dice que es de izquierda, yo solo puedo sonreirme porque no hay nada más barato, simplón y vulgar que ser de izquierda y pensar como un súper héroe social que quiere salvar el planeta.